MAÍZ, TRIGO,
ARROZ, CEBADA, SOJA, ALGODÓN, PATATAS, TABACO, TOMATE, UVA…HASTA 206 PATENTES
YA SON DE BAYER
En los debates
sobre las semillas manipuladas genéticamente, las críticas se dirigen
especialmente a Monsanto. Pero al rebufo de la multinacional estadounidense,
BAYER ha llegado a convertirse en uno de los agroconsorcios más grandes del
mundo. En el sector de los pesticidas y las semillas, BAYER es uno de los
principales proveedores. Un reciente estudio de la Oficina Europea de Patentes
de muestra que BAYER incluso ocupa la primera posición en cuanto a patentes
concedidas.
Maíz, trigo,
arroz, cebada, soja, algodón, remolacha azucarera, colza, patatas, tabaco,
tomates, uva… la lista de plantas transgénicas de las que la mercantil BAYER
CROPSCIENCE posee la patente es extensa. Incluso ha registrado árboles
manipulados genéticamente, como por ejemplo álamos, pinos o eucaliptos. Estos
son algunos de los resultados arrojados por una reciente investigación de la
Oficina Europea de Patentes (EPO, por sus siglas en inglés) radicada en Múnich,
en el que se analizaron todas las solicitudes que BAYER había presentado durante
los últimos veinte años. El consorcio cuenta ya en su poder con 206 del total
de las 2.000 patentes concedidas en Europa para plantas transgénicas, lo que
coloca a BAYER en la primera posición, por delante de PIONEER (179), BASF
(144), SYNGENTA (135) y MONSANTO (119).
Patentes de
Bayer, Syngenta: www.cbgnetwork.de
Patentes de
BASF, Pioneer, Dow, Monsanto: www.cbgnetwork.de
La concentración va en aumento
BAYER
CROPSCIENCE, filial participada al 100% de BAYER AG, disfruta de una cuota del
mercado mundial de aproximadamente el 20%, lo que la convierte en el segundo
mayor productor de pesticidas del mundo, por detrás de SYNGENTA. En el sector
de las semillas, su 3% la coloca en la séptima plaza.
En el mercado
agrario se observa desde hace años un proceso de concentración. Las diez
mayores empresas poseen más de un 70% del mercado de pesticidas y semillas. El
fin de este oligopolio es repartirse el mercado, fijar precios y condiciones y,
por último, controlar los fundamentos básicos de la alimentación humana y, con
ellos, el destino de todo el planeta. “Quien controle las semillas, dominará el
mundo”, manifestó en cierta ocasión el ex ministro de Exteriores estadounidense
Henry Kissinger. Y las patentes de plantas y animales son un recurso de
importancia capital.
En el año 2008,
el Informe Mundial sobre Agricultura, dirigido por la ONU y el Banco Mundial,
ya advirtió del peligro que entrañaba el creciente número de patentes, ya que
limitaban las labores de investigación y la expansión del conocimiento. Y es
precisamente en países en vías de desarrollo donde se entorpece la aplicación
de prácticas agrícolas adaptadas al entorno, que contribuirían a la seguridad
alimentaria y a la sostenibilidad económica.
Crece el uso de
herbicidas
El mayor
proveedor mundial de semillas manipuladas genéticamente es, de largo, MONSANTO.
Esta empresa se ha apropiado de docenas de productores de menor tamaño y de
cultivadores, con lo que ha conseguido una cuota del mercado de semillas en
torno al 27%. Esta compañía estadounidense también ocupa los peldaños más altos
de las listas en cuanto a venta de herbicidas: el 95% de la soja y el 75% de
las plantas manipuladas genéticamente, tales como el maíz o el algodón, son
inmunes al glifosato (marca comercial: ROUNDUP), un pesticida desarrollado por
MONSANTO.
Los estudios
demuestran que el empleo de este producto puede provocar daños congénitos o
cáncer. El número de casos de envenenamiento entre agricultores aumenta sin
cesar, especialmente en Sudamérica. En contra de las previsiones de la
industria del ramo, el uso de pesticidas no ha disminuido con la incorporación
de plantas manipuladas genéticamente, sino que ha aumentado de forma constante.
Por consiguiente, MONSANTO tiene más que merecido ser el objetivo de todas las
críticas.
Para las
alemanas BAYER y BASF, esta situación es de agradecer, ya que no son
protagonistas de los debates al respecto. El glufosinato, un pesticida de BAYER
semejante al glifosato y que también se oferta combinado con semillas
resistentes al herbicida, no es menos peligroso. El principio activo puede dar
lugar a malformaciones en el feto, por lo que está clasificado como tóxico
reproductivo. Por esta razón, este herbicida desparecerá del mercado de la EU
antes de 2017. En cualquier caso, esto no fue óbice para que BAYER anunciara a
mediados de mayo de 2013 la construcción de una nueva planta de fabricación de
glufosinato en EE. UU. de grandes dimensiones, con la que responder a la
creciente ineficacia contra las malas hierbas del glifosato.
BAYER, por delante
En el ámbito de
los «agrotransgénicos», BAYER no ha dejado de ir ganando terreno. Desde los
años 80, el consorcio ha investigado con plantas manipuladas genéticamente,
hasta que entró a formar parte de la primera división en 2001, al adquirir la
compañía AVENTIS CROPSCIENCE, resultante a su vez de la unión de los
departamentos de transgénicos de SCHERING, RHONE POULENC y HOECHST. A
continuación, acometió la adquisición de empresas como PLANT GENETICS SYSTEMS,
PLANTEC, PROSOY GENETICS y ATHENIX, además de cerrar acuerdos de colaboración
con firmas especializadas en biotecnología como EVOGENE (arroz), MERTEC (soja)
y FUTURAGENE (algodón), y también con centros de investigación como el
«Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation» (trigo) o el
«Centro Tecnológico de la Caña de Azúcar» de Brasil.
En la
actualidad, BAYER consigue el mayor volumen de negocio con las semillas de
algodón. Solo en ese sector cuenta con 18 patentes. Además, también oferta en
su catálogo de transgénicos con colza, remolacha azucarera, maíz y soja, y hace
ya diez años, solicitó el correspondiente permiso de importación para la UE del
arroz manipulado genéticamente del tipo LL62.
BAYER y sus 206
patentes genéticas
El reciente
estudio muestra que en los últimos veinte años, BAYER presentó 771 solicitudes
a la EPA, de las que se aceptaron 206 (v. tabla). En los último tres años, dos
empresas alemanas ocupaban las primeras plazas de patentes concedidas: BASF
(69) y BAYER (56).
26 de sus
patentes son de almidón y azúcar. El objetivo es producir almidón industrial
mediante plantas transgénicas. Del mismo modo, elaborará azúcares para usos
especiales.
23 de las
patentes de BAYER pertenecen al grupo de productos resistentes a los
herbicidas. Las patentes del glufosinato datan de la década de los 80, por lo
que ya han prescrito. Para prorrogarlas, BAYER ha manipulado ligeramente el
germoplasma de plantas tan importantes como la soja o el algodón y, acto
seguido, ha solicitado una nueva patente.
Puesto que
también caducó ya la patente del glifosato, el preparado de MONSANTO, BAYER ya
ha pasado a producirlo por su cuenta y cuenta ya con diez patentes propias. Por
ejemplo, la patente EP 1994158 describe un procedimiento de tolerancia al
glifosato, con la que BAYER reivindica 23 especies vegetales diferentes, entre
las que se encuentra el maíz, el trigo, la cebada, la soja, el arroz, distintas
variedades de árboles e, incluso, el césped.
Pruebas
monopolizadas
En agosto de
2011, BAYER consiguió el permiso de importación en la UE de la soja tolerante
al glufosinato tipo A5547-127, que se cultiva principalmente en Sudamérica,
para luego importarse en Europa como pienso.
Unos pocos meses
antes, el consorcio había conseguido la patente del grano de soja hasta 2026,
con lo que se le concedía igualmente el derecho exclusivo a analizar semillas
contaminadas con esta clase de soja modificada genéticamente, lo cual podría
imposibilitar controles independientes.
Una planta
resistente al glufosinato fue la protagonista del mayor escándalo de
contaminación con transgénicos hasta la fecha. En el año 2006, apareció en los
supermercados de todo el mundo arroz manipulado del tipo LL601, cuando no se
contaba con autorización alguna. El 30% de la producción estadounidense estaba
contaminada, por lo que la UE y Japón paralizaron todas las importaciones de
arroz de EE. UU. El año pasado, BAYER tuvo que indemnizar a los agricultores
afectados con más de 900.000.000 USD. A día de hoy, el LL601 no ha desaparecido
y frecuentemente se constata su presencia en el arroz convencional.
Patente
«terminator»
Desde hace miles
de años, los agricultores crean sus propias semillas. Para ello, han cultivado
especies vegetales que se adaptaban perfectamente a las características del
entorno. Para los grandes productores de semillas, la producción autosuficiente
es lógicamente todo un inconveniente. En este sentido, su maniobra más malévola
consiste en entorpecer el cultivo de las semillas existentes mediante la conocida
como tecnología «terminator»: con la ayuda de la manipulación genética previa,
las plantas se vuelven estériles tras la primera y única siembra, por lo que
los campesinos se ven obligados a comprar nuevas semillas cada año.
Todos los
grandes agroconsorcios investigan en semillas «terminator» y ya cuentan con
varias patentes. Con la absorción de HOECHST SCHERING AGREVO GMBH (que más
tarde se rebautizó como Aventis), BAYER posee también una serie de patentes
«terminator»; una de ellas lleva el título de “Procedimiento de producción de
plantas femeninas estériles”.
No obstante, en
la actualidad no está permitido el uso de especies «terminator», ya que desde
el año 2000 está en vigor una moratoria al respecto enmarcada en el Convenio
sobre la Diversidad Biológica de la ONU, si bien no es vinculante
jurídicamente. De ahí que se hayan repetido los intentos de suavizar la
prohibición. De tener éxito, representaría una amenaza enorme para la
diversidad biológica y también para la seguridad alimentaria de millones de
personas que viven única y exclusivamente de la agricultura, en especial en los
países en vías de desarrollo. Por esta razón, existen iniciativas ecológicas en
todo el planeta que exigen la prohibición indefinida de esta técnica; con ella,
deberían invalidarse también las patentes correspondientes.
Trueque de
patentes
A pesar de la
variedad de patentes y formas de cooperación, el programa de manipulación
genética de BAYER se basa fundamentalmente en dos únicas técnicas: las semillas
resistentes a los herbicidas, que se venden acompañando a los pesticidas
glufosinato o glifosato, y las plantas que contienen la bacteria venenosa
Bacillus thuringiensis (Bt), con la que son capaces de matar insectos.
Ambos
procedimientos se ponen en práctica en los mercados desde la década de los 90.
Por los riesgos que entrañan para el hombre y el medio ambiente, la
Coordinadora contra los peligros de BAYER es de la opinión de que hay que
retirar del mercado inmediatamente el glufosinato y el glifosato.
Debido a la
creciente ineficacia de ciertas plantas transgénicas, BAYER ha cerrado en los
últimos años numerosos acuerdos de intercambio con otras empresas del ramo,
entre las que se encuentran MONSANTO, DUPONT, SYNGENTA y DOW, por lo que ahora
pueden poner en práctica los procedimientos de la competencia y ofrecer
semillas inmunes a dos y hasta a tres herbicidas. De este modo, el pasado año
se presentó una variedad de soja resistente al glufosinato, al glifosato y al 2,4-D,
este último parte integrante del defoliante «agente naranja». Recientemente,
MONSANTO solicitó el permiso de importación en la UE de maíz SMARTSTAX,
tolerante no solo al glufosinato y al glifosato, sino que además contiene seis
toxinas del Bacillus thuringiensis.
Patentes de
cultivos convencionales
BAYER & Co.
no consiguió que el consumidor europeo superara su escepticismo frente a la
manipulación genética, presentada como «tecnología del futuro». De hecho, BASF
ha tirado la toalla y ha trasladado toda su investigación en este campo a EEUU.
Además, no se
han cumplido todas las profecías referentes a las posibilidades de intervención
de la manipulación genética: ni las cosechas se han incrementado de manera
significativa ni se ha reducido el empleo de pesticidas. Por todos estos
motivos, BAYER ha vuelto a apostar con redoblados esfuerzos por los cultivos
convencionales, si bien estos son solo rentables cuando el consorcio puede
hacer valer sus derechos de patente, por lo que también trata de protegerlos…
con éxito. Por ejemplo, en agosto de 2011 la EPA concedió al grupo BAYER una
patente con validez hasta el año 2024 por el cultivo de especies vegetales con
una mayor tolerancia al estrés (n.º de patente EP1616013). La tolerancia al
estrés en plantas incluye variables como la aridez, la intensidad lumínica, el
calor o la escasez de nutrientes.
100 de las 2.000
patentes de plantas expedidas por la EPA se refieren a este tipo de cultivos
convencionales. Es habitual la práctica consistente en manipular genéticamente
a posteriori especies que se han desarrollado de forma habitual, ya que de este
modo es más fácil conseguir la patente. Con la concesión de estas patentes, la
EPA da por buena tanto la conversión de estos cultivos en «inventos» como el
monopolio de los recursos genéticos.
De este modo,
las patentes internacionales se han expandido por todo el mundo. En un primer
momento, tanto el Acuerdo sobre Patentes de Estrasburgo de 1963 como la
Convención sobre la Concesión de Patentes Europeas de 1977 excluyeron en su
articulado la posible reclamación de propiedad sobre «procedimientos
esencialmente biológicos». El cultivo de plantas o la cría de animales, tanto
de casos concretos como de especies enteras, no se consideraban como inventos
que habría que proteger, ya que se trata de procesos vitales que no deben
tratarse como bienes comerciales. En un estado de cosas tal, la manipulación
genética no podía convertirse en un sector económico más lucrativo.
Mediante las más increíbles acrobacias jurídicas, los grupos de presión de BAYER & Co. hicieron lo imposible para reinterpretar los párrafos pertinentes. Y en 1980 consiguieron lo que buscaban, cuando una oficina de patentes estadounidense protegió los derechos de propiedad de una bacteria. Según la oficina de patentes, una bacteria se asemeja bastante más a un compuesto químico inanimado que a un caballo, una abeja o una frambuesa. A partir de ese momento, todo avanzó con rapidez. En 1988, la Universidad de Harvard consiguió la declaración de propiedad intelectual del «oncoratón» y acto seguido, firmó la cesión de derechos con DUPONT. En la actualidad, la EPA concede incluso derechos de propiedad en el caso de cultivos convencionales.
Mediante las más increíbles acrobacias jurídicas, los grupos de presión de BAYER & Co. hicieron lo imposible para reinterpretar los párrafos pertinentes. Y en 1980 consiguieron lo que buscaban, cuando una oficina de patentes estadounidense protegió los derechos de propiedad de una bacteria. Según la oficina de patentes, una bacteria se asemeja bastante más a un compuesto químico inanimado que a un caballo, una abeja o una frambuesa. A partir de ese momento, todo avanzó con rapidez. En 1988, la Universidad de Harvard consiguió la declaración de propiedad intelectual del «oncoratón» y acto seguido, firmó la cesión de derechos con DUPONT. En la actualidad, la EPA concede incluso derechos de propiedad en el caso de cultivos convencionales.
Sin embargo,
existe un pequeño rayo de esperanza. En su última sesión antes de las
vacaciones estivales, el parlamento alemán aprobó una modificación de la ley
alemana de patentes, con la que a partir de ahora se suprime el derecho a la
propiedad intelectual de cultivos convencionales y animales de cría. Si bien
esta ley no tiene efecto alguno en el proceder de la EPA, se confía sin embargo
en que cunda el ejemplo y que más países prohíban también las patentes de seres
vivos. Traducción: Curro López
Patentes
concedidas por la Oficina Europea de patentes:
1. BAYER: 206
2. DUPONT-PIONEER: 179
3. BASF: 144
4. SYNGENTA: 135
5. MONSANTO: 119
6. DOW: 20
Número total de
solicitudes de patente
1.
DUPONT-PIONEER: 1.454
2. BASF: 1.273
3. SYNGENTA: 961
4. MONSANTO: 811
5. BAYER: 771
6. DOW: 228
Fte: cbgnetwork
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