“LOS SERVICIOS SECRETOS SON LOS QUE GENERALMENTE CREAN, FINANCIAN Y
CONTROLAN LAS ORGANIZACIONES EXTREMISTAS. SIN APOYO DE LOS SERVICIOS SECRETOS
ESE TIPO DE ESTRUCTURAS NO PUEDE EXISTIR Y MUCHO MENOS EFECTUAR ACCIONES DE TAL
ENVERGADURA DENTRO DE PAÍSES PARTICULARMENTE BIEN PROTEGIDOS”
-General (R) Leonid Ivashov -Academia de Asuntos geopolíticos,
Federación de Rusia-
Querido amigo y distinguido compatriota:
En menudo trance me ha puesto usted al pedirme telefónicamente que le
escriba sobre el tema del misil Cóndor y las relaciones que pudo haber tenido,
y que creo firmemente las tuvo, con el Teniente Coronel Argentino del Valle
Larrabure, una consecuencia de su posterior martirio. Como ya le dijera, y se
lo repito ahora, sobre este particular no hay nada escrito, y el caso Larrabure
fue incluido, desaprensiva y malamente, dentro de la bolsa de los hechos
ocurridos durante aquel agitado año 1974. Esto es: se le dio la jerarquía de un
acaecer más, sin trascendencia aparente, perpetrado por el bandolerismo
criminal del ERP, como el anterior ataque del 20 de enero de ese año a la
Guarnición Militar de Azul, Provincia de Buenos Aires, o los llevados a cabo el
11 de agosto contra las guarniciones militares de Córdoba y Catamarca.
Pero antes de seguir con lo que conozco, tengo anotado, lerecuerdo
algunos de sus datos biográficos. Así le cuento que, al morir el 19 de agosto
de 1975, Larrabure tenía 42 años cumplidos de edad, y 27 continuados de
servicios en el Ejército. Con esto quiero decirle que al desatarse su tragedia
era una bella esperanza para la Patria. Había nacido en Tucumán el 6 de junio
de 1932. Y así siguiendo aparece por aquí un dato de interés: ingresó al
Colegio Militar el 1° de marzo de 1949 y egresó como subteniente de Infantería
el 1° de diciembre de 1952, en la Promoción 82da. de las Armas, ocupando el
puesto 73° entre 207 de sus compañeros. Es decir, cursó en este Instituto y
hasta su egreso, los Años Dorados del Presidente Perón y del Justicialismo.
Mire don Carlos y entiéndame: yo no le estoy diciendo que Larrabure haya sido
peronista, ni siquiera que tuvo simpatías con él, porque no me consta.
Simplemente relato la época que le tocó vivir cuando era un mocito de apenas 17
años, debió ver aquella magnificencia nacional y vivir inmerso en aquel
poderoso Ejército que tenía un efectivo de 118.000 hombres.
También puedo agregarle, de lo muy poco que he investigado sobre este
hombre que, siendo Capitán, egresó de la Escuela Superior Técnica del Ejército
en la Promoción 31° (años 1963/1964), graduado como Ingeniero Químico, entre un
total de 34 oficiales. Sin embargo en la especialidad de Ingenieros Químicos
sólo fueron tres los diplomados: Larrabure, el Capitán Alerito Beltramino y el
Teniente Primero Mario Norberto Fornari. Su Directores fueron los Coroneles
Gonzalo Gómez y Antonio R. Wyngaard, y su Jefe de Curso (para el 4° y 5° curso)
el Teniente Coronel Roque Leonardo Aloi.
.
Y bien caro amigo, llegamos al misil Condor I cuya imagen le dejo más
abajo. Parado así, en el portal de semejante tema, solamente le auguro que
entramos en un tembladeral. Pero, ¿por qué? Mire: mucho de lo que aquí le digo
está recolectado de los comentarios escuchados en aquellos días en que fui un
asiduo visitante de la Fábrica Militar Río Tercero (éramos 6 los que estábamos
trabajando con el Ingeniero Jefe General Huergo en el ultra secreto proyecto
del Cañón Calibre 155 mm que entonces se llamaba CITEFA y hoy creo que lo han bautizado
SOFMA o algo así), y de la FM de Pólvoras y Explosivos de Villa María (era la
fábrica que nos iba a proveer del propulsante para el cañón CITEFA). Río
Tercero era la que nos haría el afuste y el vínculo elástico del cañón, pero
también teníamos gente trabajando en el proyectil (de unos 44 kg de peso), y en
la aleación de acero de su envuelta o carcaza, para que tuviera una buena
fragmentación. Al tubo lo harían con la forja pesada de Zapla; el perfil
interior con su rayado (brochado) y el perfil exterior, también lo haría Río
Tercero. Quiero decirle con esto que siempre anduve por allí porque el General
Huergo, aunque nos quería mucho, nos tenía más que al trote.
.
Pero tomando el año 1976 hacia atrás, no se conocen antecedentes
escritos del proyectil Cóndor I. Así como no se sabe de quién fue la idea
primigenia, ni quiénes participaron en el proyecto, tampoco quién diseñó la
geometría del motor y los componentes químicos del grano, o las aleaciones
metálicas que se emplearon para su cofia de vuelo. Como nadie sabe de buena
tinta quién dispuso los fondos para estos trabajos, a los que cierta gente
llamó canilla libre, como queriendo significar que no había límites para el
gasto.
.
El 12 de octubre el General Perón asume la Presidencia de la Nación, luego
de la elección que ganara con el 61,85% de los sufragios (alrededor de unas
7.359.139 personas votaron por él). Y esta fecha podría ser tomada,
arbitrariamente, como la de la partida de nacimiento del misil Cóndor, tal vez
con un “háganlo” como decía siempre. Desde principios de octubre de 1973 hasta
marzo de 1976 hay un vacío muy difícil de llenar en esta historia. Aunque soy
de opinión que en estas fechas el Cóndor debió existir, aunque más no sea en
los papeles, la factibilidad de su construcción, las etapas previas a cubrir,
el personal que se empeñaría en el proyecto (llegaron en su mejor momento a
40,000 personas), los pasos a dar posteriormente, etc. De otra manera no se
concibe cómo pudo ser aprobado por el Estado, volando en 1976 y presentado en
Le Bouget, Francia, en su versión III, en 1985.
El lugar elegido para el desarrollo del misil habría sido la FMA (la
Fábrica Militar de Aviones en Córdoba, donde Perón había visto volar los Pulqui
I, II y III), bajo el patrocinio del IIAE (Instituto de Investigaciones
Aeronáuticas y Espaciales), un ente dedicado al desarrollo satelital. Pero
también en Córdoba se encontraban las fábricas de Río Tercero, y Villa María
(pegada a ella se localiza la planta química de Atanor), y la Planta de la
Falda del Carmen, en el Valle de Punilla (el propulsante del Condor III se
fabricó en esta planta), cuyos terrenos habían sido cedidos por un estanciero
amigo de la Fuerza Aérea, quedando su construcción a cargo de Techint (por
orden de la compañía suizo-alemana Consen).
Como apoyo de este conjunto primario, llamémoslo cordobés, posiblemente
hayan colaborado la FM San Francisco, un poco más al norte, de este
conglomerado sobre el límite con Santa Fe y, hacia el sudeste, sobre la
Provincia de Buenos Aires, Fanazul, otra planta de propulsantes que dependía de
la Armada. Los lanzamientos se hacían desde la base del Chamical (que
funcionaba desde 1962) a cargo de CELPA (Centro de Experimentación y
Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados); de Mar Chiquita, Provincia de Buenos
Aires (dependiente también de CELPA); y de la Base Marambio.
Desde el punto de vista militar el Cóndor podía ser utilizado como
misil con cabeza de guerra (con carga atómica, química o convencional), o como
portador de satélites militares. Desde el punto de vista civil este desarrollo
estaba en condiciones de poner en órbita satélites de comunicaciones o de
investigación.
En el proyecto o fase definida como Cóndor I, se utilizó el propulsante
sólido que se llamó después Compuesto HTPB. Se trata de una formulación
completamente novedosa que permitía la colocación de cargas útiles de unos 300
Kg de peso a una distancia de 300 Km (el Cóndor III tenía un alcance de 1200 Km
y portaba una carga útil de 500 Kg). La selección de materiales para la envuelta,
conjuntos y subconjuntos, debido a las altas temperaturas que debería soportar
el aparato, incluyó materiales como los de amianto-fenol, fibra de vidrio-fenol
y trióxido de molibdeno-epoxy. Para la protección ablativa del Condor I se
desarrolló la resina epoxy-trióxido de molibdeno para ser usada en la cabeza
del misil.
Alrededor de lo que le estoy contando mi amigo, circulaba la versión de
que todas las fórmulas del propulsante y la geometría del motor (tarea muy
delicada por cuanto un proyectil autopropulsado precisa un empuje constante
para que sea predecible), eran ideas e invenciones del entonces Teniente
Coronel Larrabure, quien a la sazón se desempeñaba, casualmente, como
subdirector de la Fábrica Militar de Villa María (¿lo habrían mandado allí para
que estuviese cerca del proyecto, así como nos mandaron a nosotros?).
Como usted sabe sobrevino el ataque a la Fábrica por elementos del ERP
(ayer jóvenes idealistas, hoy gobierno). Un ataque completamente traído de los
pelos. Porque, ¿qué buscaban estos forajidos en una fábrica química? Ya, con
sólo decir esto, comienza a sonar raro. Porque aparte de la fabricación de
pólvoras para armas portátiles y de artillería no había nada más. A excepción
de los ensayos de un nuevo compuesto rompedor que se llamaba Trilita, un mezcla
de hexógeno y TNT (trinitro tolueno), con el que finalmente se cargaron los
proyectiles del Cañón 155 CITEFA (pero entonces lo probaba YPF para hacer sus
prospecciones geológicas), y una líneas de producción de diacida de plomo para
reemplazar al peligrosísimo trinitro resorcinato de plomo, un iniciador para
las cargas de proyección.
video "Cañon CITER 155mm - Ejercito Argentino"
www.youtube.com/watch?v=fl75fT0yQI0
Más raro resultó entonces que los mal vivientes se llevaron al Teniente
Coronel Larrabure (y creo que también al Mayor Roberto Adolfo García, ingeniero
militar en la especialidad de Química, que después liberaron), para mantenerlo
por casi un año, torturándolo, en el más extraño cautiverio. Cuentan que
también buscaban documentos en las Oficinas Técnicas (de Ingeniería de Producto
y de Métodos y Procesos), pero no encontraron nada, y se llevaron muestras de
todo tipo, pero ninguna relacionada con nuestros secretos.
Y la pregunta del millón es por qué el cautiverio tan prolongado de
Larrabure. Y por qué su martirio. ¿Sería acaso para que les dijese los secretos
del Cóndor I? Dijeron por allí que le pedían diseños de armas y de explosivos y
que el Teniente Coronel se los negó. Mire vea don Carlos: yo creo firmemente es
que le pedían todos los datos sobre el Cóndor I. Pero, ¿para qué? ¿Qué habrían
de hacer estos pestilentes con las fórmulas químicas y la tecnología para
lograrlos? ¡Nada mi amigo! Escuetamente nada. Porque las formulaciones, la
tecnología y el estado de avance del Cóndor I no era para ellos: era para otra
gente, a la que ellos prestaron y prestaban servicios. El ERP era un forro.
Desde que trascendió el Cóndor I como proyecto (y luego en todas sus
versiones) tuvo dos enemigos implacables: Inglaterra y el Estado de Israel. En
el libro Relaciones Carnales, de Eduardo Barcelona y Julio Villalonga, los dos
investigadores terminan aceptándolo. Y hubo una mano de obra calificada: la CIA
norteamericana, usada por los dos anteriores (después en la década de los ’80
entraría en acción el Mossad judío).
Entonces mi buen amigo: ¿qué tenemos por aquí? ¿Al ERP, tildado de
ultraizquierda, que venía a hacer la de redención de la Patria con jóvenes
idealistas, al servicio de la CIA norteamericana? ¿Y no vimos al ERP actuando a
nombre de la CIA con la muerte de Anastasio Somoza en Paraguay, a cargo del
terrorista Gorriarán Merlo? Somoza los amenazó con que habría de hablar. No
pudo hacerlo. Y Montoneros, ¿qué pito tocaba en este carnaval? Larrabure es un
héroe contemporáneo. A él todo honor y toda gloria.
Juan / www.oocities.org/ar/ciudadanosalerta/cartas/condor.html
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Coronel Argentino del Valle Larrabure (1932-1975)
Titular de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos, en el año 1972
era designado para realizar estudios en el Instituto Militar de Ingeniería en
Brasil donde alcanzaría las más altas calificaciones recibiendo la
condecoración de la “Orden del Pacificador”
video/informe "Programa 8910" Canal TLV1:
www.facebook.com/photo.php?fbid=661704607193031&set=pb.263281157035380.-2207520000.1376974456.&type=3&theater
Villa Maria, Córdoba - Copamiento de la Fábrica Militar
En agosto de 1974 durante el gobierno constitucional de María Estela
Martínez de Perón sería secuestrado por subversivos terroristas del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) durante ataque a la Fábrica Militar de Villa
María; pasaría en cautiverio 372 días, encerrado en un pozo al que los
guerrilleros denominaban “cárcel del pueblo” donde sufriría la perdida de 40kg,
el coronel fue asesinado de un tiro mientras cantaba el “Himno Nacional
Argentino”
"ARGENTINA Y LA
CONQUISTA DEL ESPACIO"
La Argentina fue la tercer nación luego de Rusia y Estados Unidos que
efectuará lanzamientos espaciales desde el continente Antártico. El proyecto
más ambicioso realizado por el país fue el Cóndor II, con participación de
Alemania, Irak y Egipto, un misil diseñado para portar una carga útil de 500Kg
con un alcance de 1000 km, el proyecto y el misil serían desactivados y planos
destruidos por orden del presidente Carlos Menem, producto de la presión de la
OTAN (Organizacion del Tratado del Atlántico Norte
www.youtube.com/watch?v=iWBFm1qHJ0U) y el FMI.
www.youtube.com/watch?v=CgOg5g9c3eE
http://vidio.com.ar/complot/50-fotos-los-kirchner-con-menem/
"EN LOS AÑOS SESENTA Y SETENTA, ARGENTINA DESARROLLÓ SU PROPIO
PROGRAMA ESPACIAL, INICIATIVA QUE LA COLOCÓ DESPUÉS DE LOS EEUU, RUSIA,
FRANCIA, CANADÁ Y GRAN BRETAÑA, ENTRE LAS SEIS ÚNICAS NACIONES EMPEÑADAS EN LA
EXPLORACIÓN DEL COSMOS. ERAN TIEMPOS DE PROGRESO E INVESTIGACIÓN EN LOS QUE
CIENTÍFICOS NACIONALES DEBAN PRUEBA AL MUNDO DE SU CAPACIDAD TECNOLÓGICA"
En 1956 técnicos del Instituto de Experimentaciones Espaciales dispararon
desde la provincia de Buenos Aires un cohete Martín Fierro de fabricación
nacional, que tras escasos segundos de vuelo, alcanzó los 1700 metros de
altura. Se trataba de un pequeño cohete de combustible sólido, sin carga útil,
sumamente elemental, de solamente 20 centímetros de largo por 2,5 de diámetro,
que sirvió para demostrar a la opinión pública argentina que un grupo de
civiles nucleados en una institución científica particular, trabajaban
activamente en un proyecto al que muy pocas naciones se hallaban abocadas: la
conquista del espacio exterior.
Con anterioridad, entre 1947 y 1948, técnicos del Instituto de
Investigaciones Científicas de la Fuerza Aérea Argentina encabezados por el
ingeniero Ricardo Dyrgalla, desarrollaron un motor cohete de combustible
líquido destinado a impulsar proyectiles científicos y militares. El AN-1, tal
el nombre del propulsor, tenía un empuje de 320 kg y un tiempo de combustión de
40 segundos, su propelente era ácido nítrico y anilina y para su ensayo se construyó
un Banco de Pruebas desde el cual, se hicieron numerosas pruebas, todas ellas
exitosas.
La gente del Ing. Dyrgalla trabajaba también en la construcción de un
cohete llamado Tábano con la idea de probar el propulsante, disparándolo desde
un avión.
El 20 de octubre del 1949 el motor AN-1 fue probado exitosamente
adosándosele una cámara de combustión con camisa de refrigeración regenerativa,
con la que se obtuvo un mayor rendimiento y una actividad más prolongada.
Cuando el 4 de octubre de 1957 los rusos colocaron en órbita el primer
satélite artificial construido por el hombre, el entusiasmo y el interés por la
exploración del espacio alcanzaron proporciones inusitadas. Ese interés también
sacudió a los científicos de nuestro país quienes, a partir de 1961, pusieron
en marcha un exitoso programa que habría de colocar a nuestro país entre las
seis primeras naciones comprometidas en la carrera espacial, un hecho
trascendente de nuestra historia que, sin embargo, muy pocos argentinos
conocen.
Comienza la carrera espacial
El 28 de enero de 1960 el Poder Ejecutivo Nacional creó por decreto la
Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), dependiente de la
Fuerza Aérea Argentina, designando presidente al ingeniero Teófilo M. Tabanera
que en mucho había tenido que ver con aquella iniciativa.
Oriundo de la provincia de Mendoza, Tabanera obtuvo su diploma de
ingeniero en la Universidad Nacional de La Plata, convirtiéndose, con el correr
de los años, en importante empresario y uno de los hombres mejor informados de
la época en materia de exploración espacial.
A principios de 1961, Tabanera organizó el Primer Simposio
Interamericano de Investigaciones Espaciales con sede en Buenos Aires, que
despertó el interés de casi todas las naciones de Latinoamérica e incluso de
los EE.UU., representado por el vicepresidente de la Academia Nacional de
Ciencias de ese país y otras personalidades del quehacer aeroespacial
internacional.
El 2 de febrero de 1961 científicos y personal técnico de la Fuerza
Aérea Argentina dirigidos por el comodoro ingeniero Aldo Zeoli, lanzaron desde
la base militar Santo Tomás, en Pampa de Achala, provincia de Córdoba, el
primer cohete APEX A1-02 Alfa Centauro, con la misión de efectuar estudios en
la alta atmósfera. El vuelo se llevó a cabo de manera impecable, alcanzándose
un éxito sin precedentes en la historia de América Latina.
El cohete de una sola etapa, 2,70 metros de largo, 9,4 centímetros de
diámetro y 28 kilogramos de peso, trepó hasta una altura de 20 kilómetros de distancia
y recogió información de gran valor analizada desde tierra.
Presenciaron la experiencia ese día, un periodista del diario “Clarín”,
oficiales de la FAA, el R.P. López y el presidente de DINFIA (Dirección
Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas) brigadier mayor Juan
Carlos Pereyra, quien se apresuró notificar el éxito a su par, el brigadier
Ramón Amado Abrahin, secretario de Aeronáutica que, a su vez, se lo comunicó de
manera inmediata al presidente de la Nación, Dr. Arturo Frondizi.
En lanzamientos posteriores, siempre con cohetes Alfa Centauro, se pudo
verificar el comportamiento del complejo, el seguimiento de sus cargas útiles y
la información recogida durante la experiencia. Según refiere Benjamín Meiojas,
“A partir de ese momento nada detendría a los estudiosos, técnicos, científicos
y hombres del arma aérea, empeñados en hacer realidad algo que parecía
imposible”.
El éxito alcanzado impulsó a las autoridades nacionales a crear por
decreto el Centro de Experimentación y Lanzamientos de Proyectiles
Autopropulsados (CELPA), el 27 de junio de 1961.
El proyecto Beta del Centauro
A los Alfa Centauro seguirían los APEX-A1-S2-015 Beta Centauro de dos
etapas y los Gamma Centauro, de más elevada performance, experiencias con las
que se llevarían a cabo mediciones con sistemas telemétricos a bordo, en el
caso de los Beta Centauro y pruebas de separación de las segundas etapas y
recuperación de cargas útiles por medio de paracaídas. Todas estas pruebas
estarían a cargo del comodoro ingeniero Aldo Zeoli y contarían con la bendición
del R.P. López, presente en numerosos lanzamientos.
El primer disparo de un Beta Centauro tuvo lugar el 30 de septiembre de
1961 a las 14.30 desde Pampa de Achala, primer centro espacial argentino hasta
la designación de Chamical, provincia de La Rioja, en 1962.
Se trataba de un proyectil de dos etapas mucho más sofisticado que el
Alfa Centauro, cuyas dimensiones eran 3,81 metros de largo total por 79,5
centímetros de diámetro máximo y 47,3 kilogramos de peso al momento del
lanzamiento. El largo de la primera etapa era de 1,79 metros con un diámetro de
0,094 y una envergadura de 0,50. El peso de la carga útil apenas superaba los 3
kg y el impulso específico del vector fue de 200 segundos, alcanzando una
altura máxima de 25 kilómetros.
El experimento se llevó a cabo sin inconvenientes, cubriendo las
expectativas de todo el equipo.
El 13 de octubre se produjo un segundo lanzamiento seguido por un
tercero el 10 de mayo de 1962, todos ellos exitosos, hecho que permitió al
Instituto de Investigaciones Científicas de las Fuerzas Armadas encarar
proyectos de mayor envergadura, tal el caso del Gamma Centauro con el que
nuestro país accedería a un nuevo escalafón en materia de desarrollo espacial.
Las misiones Gamma Centauro
A lo largo de todo el año, hasta el 12 de febrero de 1962, las
experiencias fueron totalmente exitosas y los avances considerables, con un
total de 18 lanzamientos que permitieron alcanzar los objetivos trazados.
El 19 de febrero de aquel último año, se efectuaron desde Pampa de
Achala cinco nuevos lanzamientos en los que se utilizaron y probaron por
primera vez motores Scar 2,65, recuperándose todas las cápsulas con sus
respectivas cargas útiles que permitieron la medición de la altitud a la que se
producía la separación, la verificación del encendido de la carga fumígena de
16 gramos puesta en el interior del explosor, el control del funcionamiento del
equipo telemétrico de a bordo y el desempeño de la carga fumígena de 30 gramos.
Los avatares de la política argentina no entorpecieron el desarrollo
del proyecto espacial. El 28 de marzo de 1962 un golpe militar destituyó al Dr.
Frondizi para reemplazarlo por el presidente del Senado, Dr. José María Guido,
lo que no impidió que durante todo ese año se efectuaran nuevos lanzamientos
que determinaron la alta tecnología que científicos civiles y militares (estos
últimos pertenecientes a la Fuerza Aérea Argentina), desarrollaban
conjuntamente.
El 10 de mayo de 1962 el recientemente creado Centro Experimentación y
Lanzamientos de Proyectiles Autopropulsados -CELPA - inició sus actividades
en la base de Chamical, provincia de La Rioja, suerte de Cabo Cañaveral
nacional desde donde se pondrían en marcha experiencias que llamarían la
atención de las principales potencias del mundo.
El 15 de noviembre se disparó a modo de prueba el Gamma Centauro I,
como parte de un proyecto mayor, a efectos de comprobar una vez más el
comportamiento dinámico del proyectil. El cohete, con un total de 2,433 metros
de largo, 0,134 de diámetro y 27,25 kilogramos de peso despegó en horas de la
mañana para trepar hasta una altura máxima de 59 kilómetros, transportando una
carga útil de 5 kilogramos de peso a un impulso específico de 225 segundos para
la primera etapa y 212 para la segunda.
El peso del propulsante de la primer etapa fue de 11,05 kilogramos y el
de la segunda de 3,68, siendo el tiempo de vuelo libre entre una y otra, de 18
segundos exactos.
Le siguieron, el 19 del mismo mes cinco lanzamientos más de Alfa y
Gamma Centauro, con los que se trabajó el perfeccionamiento de las operaciones
de despegue de cargas útiles y la medición de altitudes hasta 1964, año en que
los científicos argentinos desarrollaron el Orión, vector de proporciones
considerables, como veremos más adelante.
En el mes de agosto de 1963 el CELPA lanzó desde Chamical cuatro
cohetes Gamma Centauro con finalidad de ensayos y pruebas, previo paso a
proyectiles de mayores envergaduras, vuelos que finalizaron exitosamente igual
que el del 27 de julio de 1964 disparado desde Puente del Inca, provincia de
Mendoza, transportando hasta los 35 kilómetros de altitud una carga útil
telemétrica destinada a medir la temperatura.
La experiencia Gamma Centauro continuó en 1965 con el lanzamiento
conjunto de dos cohetes de esa familia desde Chamical, el 6 de febrero de 1965
y otros dos desde la Base Matienzo en la Antártida, siendo la Argentina el
tercer país, después de Rusia y los EE.UU, en efectuar experiencias espaciales
desde el continente blanco. Los resultados del experimento consistente en el
análisis del vuelo y el estudio de los Rayos X en la atmósfera, resultaron
exitosos.
La experiencia volvió a repetirse dos días después, con el lanzamiento
de un Gamma Centauro desde Chamical y otro desde la Base Matienzo,
completándose, de ese modo la serie de observaciones iniciadas el día 6 que
pusieron a la Argentina en un nuevo primer lugar a nivel internacional con los
primeros estudios científicos con cohetes en Latinoamérica.
La serie de estudios de Rayos X en la atmósfera continuaron en
septiembre con el lanzamiento, desde Chamical, de otros dos Gamma Centauro
previos al primer Orión. Para entonces, nuestro país se hallaba enfrascado en
el proyecto Centaure francés, lanzando vectores de alta envergadura desde la
misma Base CELPA Chamical, según veremos más adelante.
El cohete Orión
El siguiente proyecto de los científicos argentinos fue el Orión,
consistente en vectores de mucha mayor envergadura, diseñados para efectuar
estudios más elevados de la atmósfera terrestre y llevar a cabo experimentos
biológicos de magnitud.
El primero de esta serie de cohetes, el Orión I, con casi tres metros
de longitud por 0,206 de diámetro, fue lanzado en el mes de octubre de 1965 con
el objeto de analizar su performance y evaluar los pormenores de su vuelo. El 1
de julio de 1966 se disparó un segundo artefacto de iguales características que
portaba en su ojiva instrumental de mayor sofisticación y el 13 de agosto del
mismo año se lanzó el primer Orión II con una carga útil de 16 kilogramos,
alcanzando su máxima altitud a los 114 kilómetros de la superficie. Este
segundo proyectil que medía 3,771 metros de largo por 0,206 centímetros de
diámetro alcanzó los 100 kilómetros de altura, portando en su cabeza una carga
útil de 25 kilos. Con ellos y con los DIM, la Argentina efectuó mediciones
atmosféricas y de velocidad de los vientos hasta una altura de 8000 metros,
obteniendo resultados exitosos en un 99% de los casos.
Hasta fines de octubre de 1966 la Fuerza Aérea Argentina y el CELPA
lanzaron desde Chamical un total de tres Orión II siguiéndole las experiencias
conjuntas con los técnicos de los EE.UU., disparando desde la misma base, el 3
de noviembre, cohetes Nike-Cajun 02 que treparon hasta los 130 km de altitud.
Desde 1963, el flamante Instituto Civil de Tecnología Espacial (ICTE)
puso en marcha el operativo Programa Felino con el objeto de cubrir las
necesidades de aprendizaje, adiestramiento y formación de personal, así como
chequear materiales y elementos para trabajos más ambiciosos.
Este programa llevó a cabo la friolera de 87 lanzamientos en un período
de cinco años, de los que solo fracasaron 8, siendo de destacar cohetes como el
Gato Negro A-1, el Tigre A-2, el Jaguar A-3, el Leopardo A-4 y el Sonda Pantera
A-5. Las misiones lograron importantes avances en la detección y prevención del
granizo, ayudando a prevenir un desastre nacional que al país le costaba
millones de pesos anuales en pérdidas.
Lanzamiento de los primeros seres vivos (Experiencias biológicas)
Los científicos del ICTE llevaron a cabo las primeras experiencias
biológicas argentinas, lanzando a bordo de un cohete dos pequeñas ratas de
laboratorio, Alfa y Gamma, las que, después de alcanzar una altura de 8000
metros, aterrizaron suavemente a bordo de su cápsula, sostenida por un pequeño
paracaídas, a solamente 100 metros del lugar de lanzamiento.
Estudios astronómicos y de la alta atmósfera
Durante todo aquel año se lanzaron desde Chamical cohetes Orión y Judi
para estudios meteorológicos, alcanzando el proyecto su punto máximo cuando el
4, 7 y 9 de noviembre la Fuerza Aérea disparó desde la base norteamericana de
Wallops Island (Virginia), tres Orión de fabricación nacional, con el propósito
de que técnicos de ambos países estudiasen su performance. En la oportunidad,
los norteamericanos llevaron a cabo la primer recuperación de una carga útil en
el aire, cuando un helicóptero de esa nacionalidad, capturó en pleno descenso,
la carga útil de un Orión II argentino.
1966 finalizó exitosamente con la operación “Orión-Eclipse”, que se
realizó de manera conjunta con Francia y los EE.UU. al dispararse desde una
nueva base espacial improvisada en Tartagal, provincia de Salta, tres cohetes
Orión II de combustible sólido (12 de noviembre) con el objeto de estudiar un
fenómeno astronómico que comprometió a numerosas naciones del mundo. Ese día
los científicos lanzaron también dos Titus franceses y un Arcas norteamericano
desde un descampado a solo 9 kilómetros de aquella localidad, donde la
Argentina montó una improvisada base portátil consistente en un furgón de
recepción de telemetría, un grupo electrógeno, sistemas de radar y plataformas
de lanzamiento. Las cargas útiles de los vectores nacionales, conjuntamente con
los franceses y estadounidenses, obtuvieron resultados más que satisfactorios
que permitieron un estudio profundo y exhaustivo del gran eclipse que sumió en
penumbras a gran parte de América del Sur.
Nuevas experiencias
Siguieron al Orión, el Canpus I y el Canopus II, de 4,67 metros de
largo por 28 de diámetro con 280 kilogramos de peso total y 50 de carga útil
cada uno; el Rigel de 6,23 metros de largo por 21 cm. de diámetro, 330 kgs. de
peso y una carga útil de 30 kgs., y el Castor, máximo logro de la ingeniería
espacial argentina, de 8 metros de largo, por 68,55 centímetros de diámetro,
280 kgs. de peso total y una carga útil de 75 kgs., estos últimos, de dos
etapas cada uno. Se trata de vectores de gran envergadura que hicieron de
nuestra nación la sexta en desarrollo tecnológico y científico espacial del
mundo y la primera en Latinoamérica. Proyectos menores, aunque no menos
importantes fueron los del GLAG I, el GLAG II y el DIM.
El año 1967 fue de gran actividad para la Base Espacial de Chamical,
con 19 lanzamientos, casi todos Judi y Orión. El último de ellos (14 de
diciembre), un Orión II, llevó a cabo importantes análisis de los rayos
cósmicos, demostrando la capacidad argentina en materia de estudios profundos
del espacio exterior.
Base espacial de Mar Chiquita
Ese año se efectuaron también lanzamientos desde una nueva base ubicada
en Mar Chiquita, provincia de Buenos Aires, con varios lanzamientos simultáneos
efectuados en el mes de septiembre dentro del marco del proyecto denominado
“CELPA Atlántico”, destinado a desarrollar y experimentar nuevos proyectiles
autopropulsados y analizar su adaptabilidad en la zona próxima al océano, a fin
de establecer allí una base de estudios meteorológicos.
El 14 de septiembre de 1967 fue disparado desde ese punto un cohete meteorológico
norteamericano Arcas 29,336 que a las 16.45 partió de su plataforma, a solo 100
metros de la costa, para ascender a 1200 metros por segundo. Al mismo tiempo se
lanzó desde La Rioja un cohete Hasp, también norteamericano, que trepó
exitosamente hasta los 70 km. de altura.
En las fronteras del espacio
Finalizando el año, la Argentina probó su primer proyecto suborbital de
consideraciones, al lanzar desde Chamical, el 17 de diciembre de 1967, el
poderoso Rigel R-01 de dos etapas, que en el lapso de 9 minutos trepó hasta los
295 km. de altitud comprobándose el exitoso comportamiento del instrumental de
a bordo a pesar de los violentos cambios de temperatura y presión, de las
vibraciones y la aceleración que experimentó la nave durante el trayecto. La
dimensiones de este nuevo proyectil nos dan una idea de la envergadura del
experimento.
1968 no fue diferente, intensificándose los lanzamientos de cohetes
Judi, Orión II y Arcas norteamericanos.
Experiencias biológicas
Argentina fue también pionera en materia de experiencias biológicas.
El 11 de abril de 1967, mientras los ingenieros argentinos trabajaban
febrilmente en el desarrollo de un combustible 100% nacional, se concibió el
denominado proyecto BIO, consistente en lanzar al espacio a bordo de cohetes
telemetrados, pequeños animales de laboratorio a recuperar.
Para la denominada experiencia BIO I se seleccionó una camada de
ratones blancos de raza Wistar, para los cuales se diseñaron cápsulas
especiales dotadas del instrumental necesario para su análisis y control
durante el trayecto. Los “astronautas” seleccionados fueron los ratones Alejo,
Aurelio y Anastasio, quienes constituyeron el primer grupo, seguidos por
Braulio, Benito y Belisario, en el segundo y Celedonio, Cipriano y Coco en el
tercero.
Operación Navidad
A comienzos de 1969 la Argentina comenzó a desarrollar las misiones
Canopus y Rigel con el lanzamiento al espacio de cohetes de mucha mayor
envergadura, de una y dos etapas.
La familia del Canopus I contaba con vectores de 4 metros de longitud
por 0,278.5 de diámetro y motores mucho más sofisticados. A estos proyectiles
le siguieron los Canopus II, con un largo de 4,724 metros y a éstos una versión
adaptada de 5,019.5 de longitud con una ojiva de 0,320, para experiencias
biológicas.
Al igual que los Beta y Gamma Centauro, los Rigel disponían de dos
etapas aunque de mayores proporciones, lo que les permitió alcanzar altitudes
superiores a los 400 kilómetros .
Estas dos familias de cohetes fueron utilizadas para la realización de
experiencias tecnológicas y biológicas de mayor envergadura que colocaron a
nuestro país en un plano de desarrollo que solo ostentaban, hasta ese momento,
EE.UU. Rusia y Francia.
El 23 de diciembre de 1969, en horas de la noche, la Fuerza Aérea
Argentina junto a técnicos y científicos de la Universidad Nacional de Tucumán
efectuaron el lanzamiento de un poderoso Rigel 04 de dos etapas, en el que
viajaba un mono caí misionero cazado especialmente por la Gendarmería Nacional
en plena selva. El simio, de dos años de edad, 1400 gramos de peso y 30
centímetros de altura, recibió el nombre de Juan.
Aquel día, ante científicos, autoridades y periodistas nacionales, los
técnicos y asistentes del proyecto colocaron a Juan en el interior de la cápsula
“Amanecer” y a las 06.30 de la madrugada dispararon el proyectil hacia los
cielos, trepando exitosamente hasta una altura de 60 km. en un vuelo de 8
minutos de duración.
El animal viajó en un ambiente rico en oxígeno y baja proporción de
anhídrido carbónico y humedad; se controló su sistema respiratorio, se le
efectuaron electrocardiogramas y se mantuvo la temperatura de su cuerpo en
equilibrio, todo ello además de diversos controles hechos al vector mediante
instrumental telemétrico de larga distancia.
La cápsula y su tripulante fueron recuperadas sin problemas por un
helicóptero de la Fuerza Aérea demostrando una vez más que la Argentina seguía
dando pasos de gigante en el campo de la exploración espacial.
Debido al éxito alcanzado con la Operación Navidad, los científicos del
Instituto Civil de Tecnología Espacial decidieron efectuar una segunda misión
dentro del denominado Operativo Antropos, lanzando el 1 de febrero de 1970,
desde Coronel Brandsen (PBA), un cohete Pantera X-1, a bordo del cual, fue
instalada una monita hembra caí, a la que habían estado adaptando en días
anteriores, a pruebas de fuerza centrífuga.
El vuelo se llevó a cabo sin problemas en lo referente al
funcionamiento del vehículo y sus mecanismos de transmisión, pero al desacoplar
la cápsula, el paracaídas no se abrió y la misma se precipitó a tierra,
pereciendo su tripulante de manera instantánea.
Pese al parcial fracaso, la Argentina siguió experimentando sus cohetes
científicos de manera exitosa por más de una década.
Del mismo modo que en 1968, en 1969 se concretaron numerosos
lanzamientos de cohetes Orión, Canopus, Rigel, Centaure franceses y hasta un
Nike Apache norteamericano, todos desde Chamical y con resultados
satisfactorios.
Experiencias antárticas
Nuestro país fue la tercer nación, después de Rusia y EE.UU, en
efectuar lanzamientos espaciales desde el continente antártico.
En septiembre de 1963 el Instituto de Investigación Aeronáutica y
Espacial (IIAE) de Córdoba proyectó lanzamientos desde la Antártida, motivo por
el cual se comenzó a trabajar activamente en el diseño de cohetes; montaje de
laboratorios de electrónica de radiaciones y túneles de viento que brindarían
el soporte técnico necesario para su concreción.
Se contaba además con un equipo veterano en materia de planificación y
realización de lanzamientos, tanto nacionales como extranjeros, a través de la
intensa actividad realizada en Chamical, entre las que son dignas de mención
las experiencias Ion-Aer y Nube de Sodio, algunas de las cuales se
desarrollaron en colaboración con equipos franceses y norteamericanos.
El objetivo de la misión consistía en medir la radiación cósmica, en
forma simultánea desde la Base Matienzo (Antártida) y el Centro de Experimentación
y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados (CELPA) de Chamical, provincia de
La Rioja, distantes a 3950 km. uno de otro. Las cargas útiles, es decir, el
instrumental de a bordo, fueron desarrolladas por el Laboratorio de Radiaciones
y los cohetes por el Departamento de Diseño y Producción Espacial del IIAE.
El 5 de febrero de 1965 llegó a la Base Matienzo, sobre el islote
Larsen del archipiélago volcánico Munatak Foca, un avión Douglas matrícula
TA-05, transportando parte del instrumental necesario para el desarrollo de la
experiencia y del personal calificado que habría de llevarla a cabo, encabezado
por el vicecomodoro ingeniero Miguel Sánchez Peña.
El resto ya había sido trasladado desde el mes de septiembre del año
anterior en un C-47 especialmente preparado para vuelos de apoyo sin escala
desde Río Gallegos. El experimento consistía en un lanzamiento conjunto de
cohetes y globos sonda con el objeto de estudiar las condiciones de radiación
Roentgen y meteorológicas en la alta atmósfera.
El 6 de febrero de 1965 se lanzó desde Matienzo el primero de los tres
Gamma Centauro transportando en su carga útil un delicado cristal plástico
montado sobre un fototubo, que debía convertir la energía electromagnética de
los rayos de la alta atmósfera en energía lumínica a efectos de dar mayor
impulso a sus propulsantes. Ese efecto se analizaría desde tierra con un
transmisor telemétrico, almacenándose en grabadores fotomagnéticos. El 7 se
disparó el segundo vector y el día ocho el último, seguidos por un globo sonda
con el mismo instrumental cada uno mientras la base espacial de Chamical hacía
lo propio disparando en simultáneo otros dos Gamma Centauro. La operación fue
coronada por el éxito .
Alcanzando el espacio exterior
La coronación de la carrera espacial argentina llegó con el desarrollo
del poderoso cohete Castor con el que los ingenieros argentinos alcanzaron las
fronteras mismas del espacio exterior, a cuyo límite habían llegado,
oportunamente, con los Rigel.
El Castor pesaba 280 kg, su carga útil 75 kg y su peso propulsante
total 852 kg, distribuidos en 680 los de su primera etapa y 172 los de la
segunda. Las dimensiones de la nave eran de una longitud total de 8,40 m, de
los que 3,36 pertenecían a la primera etapa con un diámetro de 69 cm, siendo su
impulso específico de 220 seg. Lo que comúnmente se dice, un cohete de
envergadura.
La primera etapa del complejo estaba compuesta por cuatro poderosos
cohetes Canopus y la segunda por otro similar, que en su ojiva portaba la carga
útil.
El primer lanzamiento tuvo lugar el 22 de diciembre de 1969 desde
Chamical, dentro del denominado proyecto “Experiencia Navidad”, unas horas
antes del viaje del mono Juan, oportunidad en la que solo se utilizó la primera
etapa, sin ponerse en marcha la segunda. Por ese motivo, el complejo solo
alcanzó los 70 km. de altura pero con los resultados esperados, dejando
conformes a los técnicos del IIAE y de la Fuerza Aérea Argentina.
Un año después, el 16 de diciembre la Fuerza Aérea disparó otro Castor
X-2, en cuya ojiva llevaba instrumental fotográfico para tomas de gran altura,
seguido ese mismo día por dos Canopus dentro de lo que se dio en llamar
Operativo Ñahí. El vehículo trepó exitosamente hasta los 500 km de altitud, un
record histórico para América Latina, superando la que en años posteriores
tendrían las estaciones orbitales soviéticas y la Estación Espacial
Internacional, que gira en torno a la Tierra a 354 km de altura.
Solo para darnos una idea de la magnitud de la misión, vaya como
referencia que los vuelos suborbitales de los dos primeros astronautas
norteamericanos, Alan Sheppard y Virgil I. Grissom, solo alcanzaron los 187
kilómetros, con una duración de 15 minutos cada uno.
Una experiencia similar tuvo lugar el 22 de diciembre de 1973, con otro
cohete de idénticas características lanzado también desde Chamical, para el
estudio de la alta atmósfera.
Nuevos lanzamientos desde la Antártida
En 1975 se puso en marcha el Operativo Experiencia EGANI con el
lanzamiento de dos Castor desde la Base Antártica Marambio, desplazándose al
personal técnico, los cohetes, carga útil, rampa de lanzamiento y demás equipos
desde Córdoba y Buenos Aires, en un avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea
Argentina. La rampa de lanzamiento fue similar a la utilizada por cohetes
americanos Nike-Cajun en Chamical, adaptada en los talleres del IIAE de
Córdoba. Aviones Twin Otter y una pista preparada para recibir aeronaves tipo
C-130 fueron acondicionados para el proyecto, montándose un equipo de radares
“Rawin set” para facilitar el seguimiento y la comunicación con los cohetes y
los puestos de observación en el continente, así como también con dos aviones
de observación de la NASA que sobrevolarían el Atlántico a la altura de Nueva
York.
El principal objetivo de la experiencia fue el estudio de los campos
eléctricos y magnéticos en altura, los puntos neutros, la temperatura y el
perfil de electrones, para lo que fue empleada una carga útil desarrollada por
el IIAE en cooperación con el Instituto Max Planck- MPE de Garching, Alemania,
consistente en una mezcla especial que incluyó una carga hueca capaz de formar
una nube ionizada que produciría un chorro de electrones viajando como en un
tubo desde la Antártida hasta el punto magnético fijado en el hemisferio Norte a
la altura de Nueva York.
Los datos serían enviados por telemetría a la estación de recepción en
tierra, en tanto la nube ionizada sería visualizada y registrada por cámaras
fotográficas desde puntos de observación en Tandil (Prov. de Buenos Aires) y
desde el observatorio de El Leoncito en la provincia de San Juan. Los aviones
de la NASA registrarían con cámaras de TV el pasaje de la nube que, como dato
de interés, fue observada directamente por su tripulación cuando volaba próxima
a la isla de Manhattan.
El 30 de septiembre de 1975 se lanzó desde Marambio el primero de los
vectores, seguido por el segundo el 3 de octubre del mismo año. El éxito fue
rotundo y sirvió para que las potencias del mundo se interesasen en los
proyectos realizados por nuestro país.
Experiencias conjuntas
La Argentina fue mucho más allá de lo esperado al disparar otros dos
Castor desde la base aeroespacial peruana de Punta Lobos, el 21 y 22 de marzo
de 1979 respectivamente, efectuando ambas naciones importantes estudios de las
nubes de iones.
Argentina frena su avance en materia espacial
El desarrollo tecnológico y científico espacial argentino tuvo su
apogeo entre los años 1966 y 1970, cuando se destinaron al mismo amplias
partidas presupuestarias, demostrando el gobierno de turno especial interés por
tales actividades. Las experiencias siguieron con notable impulso hasta 1973 y
comenzaron a decaer, lentamente hasta principios de los ochenta.
El 10 de diciembre de 1981 despegó desde Chamical el último cohete
científico de fabricación nacional, el Tauro, misión que selló una etapa de dos
décadas de desarrollo y éxito tecnológico sin precedentes en América del Sur.
Esta nueva serie de proyectiles dotados de sofisticados equipos de medición e
instrumental fotográfico llevó a cabo con éxito, bajo la dirección del comodoro
ingeniero Ricardo Vicente Maggi, misiones de relevamiento de los recursos
naturales muy provechosos para el estudio geográfico y económico del país.
Los Tauro T-01 medían casi ocho metros de longitud por 0,278.5 de
diámetro y disponían de dos etapas, la primera de 2,487 metros y la segunda de
5,179.8. Los Tauro T-09, de las mismas características, sufrieron algunas
modificaciones en su estructura que les permitieron mayor dinámica de vuelo. El
proyecto alcanzó su auge en 1981 siempre bajo la dirección del Com. Ing. Maggi,
continuando el camino emprendido por los ingenieros Tabanera y Zeoli.
En esos años la Fuerza Aérea Argentina emprendió con especial
dedicación el ambicioso proyecto de los poderosos misiles Alacrán y Cóndor II
desarrollados en la base aérea de Falda del Carmen hasta 1993 año en que el
gobierno nacional decidió desactivarlo.
La Argentina había sido pionera latinoamericana en materia de
desarrollo espacial. Cuando Brasil, que hoy la ha superado ampliamente, lanzó
desde Barreira do Inferno su primer cohete Sonda (16 de diciembre de 1965)
hacía casi cinco años que el Alfa Centauro había surcado nuestros cielos;
habían quedado atrás las experiencias Beta y Gamma Centauro y se iniciaba la
puesta en marcha del proyecto Orión con el que se alcanzaron las mismas
fronteras del espacio exterior.
Los restantes países de la región comenzarían sus carreras mucho tiempo
después. El tímido intento chileno del cohete Rayo desarrollado a partir de
1985 “bajo gran secreto”, terminó en el más estrepitoso fracaso, tal como lo
señalaron en su momento importantes medios de prensa de aquel país . Perú
recién lanzaría el Paulet I su primer cohete científico, el 26 de diciembre de
2005 y México marchaba a la zaga, con lanzamientos esporádicos entre 1963 y
1979 como dice el ingeniero Pablo de León, presidente de la Asociación
Argentina de Tecnología Espacial, hoy científico de la NASA:
“Lamentablemente por las deficientes políticas de los diversos
gobiernos argentinos, su inoperancia, su falta de interés en el desarrollo
nacional, su miopía y su falta de visión, la Argentina perdió su capacidad
aeronáutica y espacial tan duramente conseguida. El punto llegó a su nivel más
bajo a principios de los ’90 cuando se canceló el Proyecto Cóndor, se
desmantelaron las instalaciones de Falda del Carmen, se cerró el IIAE, se cedió
la Fabrica Militar de Aviones a una empresa extranjera, se disolvió la CNIE,
etc.”
Una vez más, la Argentina había demostrado al mundo su capacidad
científica y tecnológica. Sus propios gobiernos, sobre todos los surgidos a
partir de 1983, se encargaron de frenar tan extraordinario impulso.
Ing. Teófilo M. Tabanera - Nacido en Mendoza en 1912, Teófilo Melchor
Tabanera fue, sin ninguna duda, uno de los principales impulsores del
desarrollo y la tecnología espacial argentina. Graduado de ingeniero
electromecánico en la Universidad Nacional de La Plata en 1936, efectuó viajes
de estudio a los EE.UU. y Europa. Con anterioridad, se había desempeñado como
dibujante en la empresa del ferrocarril y en YPF.
Tras desempeñarse eficazmente como profesional en YPF y Gas del Estado,
trabajo en la construcción del oleoducto Mendoza-San Lorenzo y el gasoducto La
Plata- Buenos Aires. Siendo gerente de la empresa Electrodinie, dirigió la
construcción de la primera línea de alta tensión entre Buenos Aires y Santa Fe.
Pero donde Tabanera habría de destacar sería en el campo de la
tecnología espacial. Siendo profesor titular de Física y Matemáticas de la
Universidad de La Plata, dio forma a la Comisión Nacional del Espacio de la que
fue su primer presidente, suerte de antecesora de la Comisión Nacional de
Investigaciones Espaciales (CNIE) de la que también fue titular por espacio de
una década.
En 1945 fue designado miembro de la Sociedad Británica Interplanetaria
y de la Sociedad Americana de Cohetes de los EE.UU. y posteriormente representó
a nuestro país en el Congreso Mundial de Energía celebrado en La Haya, Holanda,
en 1947.
El afán de estudio y exploración del ingeniero Tabanera lo llevó a
fundar entre 1948 y 1949 la Asociación Argentina Interplanetaria, prestigiosa
entidad científica que presidió hasta 1959 y que habría de convertirse en la
Asociación de Ciencias Espaciales de la Argentina.
Desde ahí se dedicó con afán a impulsar el desarrollo de un programa
espacial propio, hecho que le valió el reconocimiento de otras naciones
latinoamericanas .
Fte: soberanía argentina
Es necesario impulsar el desarrollo de cohetes para disuadir a inglaterra wue nos ataque.desde.malvinas!debemos tener cohetes para exterminar una invasion por mar o tierra.Inglaterra querra adueñarse por la fuerza de territorio argentino y lo hara desde malvinas.Que cohetes tendremos?.
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